Otro día más, Melisa se levanta para ir a clase, son las siete menos diez de la mañana y aún tiene que vestirse, desayunar… Se pone en marcha, se levanta, se cepilla el pelo, se pone el uniforme, primero la camisa, después la falda y por último los zapatos. Coge su mochila y va hasta la cocina, a prepararse el desayuno.
Coge un paquete de galletas integrales y una taza de leche, rápidamente se lo come todo, debe de estar en el instituto a las ocho en punto o si no, le pondrán un parte de asistencia.
-¡Vicky! Mamá nos está esperando en el coche, vamos, ¡date prisa!
-Mira que eres pesada, Mel, ¡aún tengo que pintarme!
-¿Pintarte? ¡Venga yá! Arreglate en el coche, además, a ti nunca te ha gustado pintarte, ¿porqué ahora?
-Porque todas mis amigas lo hacen, y si no, sería la única que no lo haría y sería una pardilla…
-Bueno, pardilla, ya te pintarás en el coche –Mel mira a su hermana con aire irónico mientras acaba su última galleta, tras esto, coge su mochila y se dirige a la puerta.
–¡Mel espera! ¡Ya me pintaré en el coche! Por favor… No le digas a mamá que iba a llegar tarde por querer pintarme… -Vicky observa cómo su hermana sale por la puerta dirigiéndose hasta el ascensor, así que coge sus cosas, entre ellas, un pequeño neceser donde mete un poco de colorete y un rímel, que por cierto, pertenecía a su madre.
Entran en el ascensor, y se miran en el espejo, Melisa coge su teléfono y lo pone en silencio, si llega a sonar en clase…
Llegan a la planta baja, abren la puerta del portal y se acercan a la acera, donde un BMW gris les espera. En su interior, una mujer de unos cuarenta años, está escuchando la radio. Entran en el coche y las saluda, aún está medio dormida. Tras esto, arranca el coche y lleva a sus dos hijas al colegio.
Vicky se arregla en el asiento trasero del coche, coge un pequeño espejito y se pinta allí, pero con cuidado, porque si su madre ve que hay manchas en el coche de maquillaje, simplemente la mata.
Melisa, mira como siempre distraída por la ventanilla. Le gusta ver a la gente, aún un poco dormida cómo va por la calle chocándose entre sí y a los grupos de jóvenes esperando a algún compañero que, por lo que se ve, llega tarde para ir al colegio.
-Venga chicas, ya hemos llegado, que paséis un buen día en clase. –Claudia despide a sus hijas dándole un beso en la mejilla a cada una, y por supuesto se da cuenta del maquillaje de Vicky. –Em… Vicky, ya hablaremos tú y yo en casa sobre esa manía que tienes de coger mis pinturas sin permiso… En cuanto a Mel, suerte con las clases, nos vemos a mediodía, adiós.
-Mierda, mamá me ha pillado…-Vicky mira a su hermana, que se está partiendo de la risa.
-¿Mel? ¿Me oyes? ¡Mel! ¿Ahora qué voy a hacer? ¿No me vas a ayudar? ¡Mel!
-Yo ya te he avisado…- Dice Mel entre carcajadas.- ¡La próxima vez hazle caso a tu hermana mayor!
-Bueno, vale, pero a mamá ni pío de esto, ahora, me voy, Julia me está esperando. Vicky se despide de su hermana mientras aligera el paso, dirigiéndose a su amiga que, impaciente la lleva esperando de hace un buen rato.
Melisa comienza a caminar sola, son las ocho menos cuarto, aún es demasiado temprano hasta que, de repente, una voz exclama su nombre:
-¡Mel aquí! ¿Pero dónde estabas? ¡Te estaba esperando! Te tengo que contar un montón de cosas y… -Mel onocía esa voz perfectamente, era de Ana, su mejor amiga desde siempre.
–Ah, hola Ana, no me había dado cuenta… -Le contesta Mel, absorta en sus pensamientos por la agradable visión que estaba viendo en ese momento.
-¿Mel..? ¿Pero a dónde..? Ah, ya sé –De inmediato, Ana se da cuenta de lo que le estaba pasando a su amiga, Marco Manccini, el alumno nuevo de intercambio,se estaba acercando hacia ellas con una agradable sonrisa.
–Buenos días Mel y Ana, ¿qué tal?
-Hola Marco, y sí, estamos bien, ¿y tú? –Le responde Ana y, cuando Marco no se da cuenta, le da un codazo a Mel para que contestase también, pero su distracción era mayor que el codazo de su amiga.
–Y tú, Mel, ¿qué tal? – Marco le pregunta al ver su distracción un poco nervioso. Lo que no sabe es que él es la distracción.
–Eh… ¿Mel? –Marco ha sido de siempre el amor platónico de Mel, por eso, al ver que sus profundos ojos azules se posan fijamente en los suyos, queda embobada.
-¡Uy! Hola Marco, estaba… estaba un poco distraída, esque esta mañana…
-No, si ya se ve.
-Contesta Marco con una agradable sonrisa.- Bueno, ya son menos cinco, es mejor que vaya entrando, que si no la Vito me regaña… Venga, nos vemos luego, Adiós.
– Marco se aleja, mientras que Ana mira a Mel con una mirada penetrante… ¡¿Cómo es posible que le haya pasado eso a Mel?! Si ella nunca es así… Bueno, da igual, pasase lo que pasase, ha dejado pasar una de las pocas oportunidades que la vida le ha dado con Marco.
-Mel, deberíamos ir entrando también, vamos a llegar tarde…
- De acuerdo, entremos. – Las dos se dirigen a la puerta hablando de sus cosas, mientras Mel piensa en los precipitados planes de futuro que tendría con Marco si su relación llegase a algo más...
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